Consultando antiguos libros de viejos estudiosos, me encontré hace unos días con un delicioso artículo del añorado Rafael Ortega y Sagrista. Se titula "Rosquillas de San Blas", y está incluído dentro de una publicación del Instituto de Estudios Giennenses bajo el título "Escenas y Costumbres de Jaén", escrito por el afamado investigador de temas de nuestra ciudad. La edición está fechada en 1977, y no me he resistido a recordarlo, porque nos mete de lleno en una de nuestras más arraigadas tradiciones.
Me vino a la mente difundir este añejo artículo, mientras que con mi móvil de dirigía hacia La Magdalena, concretamente a su patio de las Abluciones, lugar donde se adquieren las afamadas y milagrosas Rosquillas de San Blas, y de paso postrarme ante el santo, y ofrecerle una oración para que sus rosquillas libren de todo mal a mis nietos y resto de familiares, especialamente de los males de garganta. De manera que, a mis fotografías, añadiré parte el texto de este magnífico y documentado artículo, que nos servirá para recordar, recrear y disfrutar de una tradición ancestral que nuestros antepasados nos han legado, y que Rafael Ortega y Sagrista, con su maravillosa pluma, nos relata como seguidamente os reproducimos.
ROSQUILLAS DE SAN BLAS
"La meterología rústica asigna al día de la Candelaria una gran importancia para la predicción del tiempo. Si el 25 de enero, fiesta de la Conversión de San Pablo, es «la seña del año», que será favorable cuando se mantiene despejado, con el cielo raso, el 2 de febrero tiene otra característica: «Si la Candelaria plora, el invierno fora»... Y como febrerillo loco acostumbra a ofrecer de todo en la jornada, y a veces llueve y luego luce el sol no se sabe a que carta quedarse.
Así suele ser también el día siguiente, festividad de San Blas. Año de lluvia, año que es primaveral: «En San Blas, salen las viejas a pasear», ¡Y cuantas viejas clásicas nos encontrábamos, si el día era claro, en romería hacia San Blas! Cual negro de algodón con desflecados flecos, que caía en puntas por ambos lados, ocultando a veces talegas, cestas o bultos misteriosos. Pañuelo también negro anudado en la garganta. Falda de color ala de mosca; medias flojas cubriendo unas tristes y flacas piernecillas en paréntesis; pobre calzado de paño; caras agarbanzadas... Y es que salían a tomar el sol y rezar un rosario a San Blas para pedirle que librase a sus nietecillos del mal de garganta...
La devoción a San Blas es muy antigua en Jaén. En el convento de frailes de la Santísima Trinidad, de la Orden de Redención de Cautivos, tenía el Santo Obispo de Sebaste, un retablo de talla dorada y pintada en el que se veneraba su piadosa imagen. Y el día de su festividad, se daba a besar el relicario de plata costeado por el Padre Ortiz, que contenía una reliquia de San Blas, una canilla de su brazo, cuya certeza constaba por una bula que con ella habla en el mismo convento, primer convento que se fundó en la ciudad a raíz de su toma por Fernando III.
Pero además, desde la reconquista de Jaén, en la parroquia de San Juan se estableció la cofradía de San Blas y San Juan Degollado, que era una de las veinticuatro que se fundaron con carácter piadoso y militar para la defensa de la ciudad, de sus campos y alquerías, siempre amenazados por las incursiones de los moros cercanos que estaban en los castillos de Cambil y Alhabar, de Arenas, Solera y Huelma..."
... "De la Cofradía de San Blas y San Juan Degollado se conservan libros en pergamino con relaciones de cofrades, bienes y aniversarios, en el archivo municipal, alguno con fecha de 1536.
Al suprimirse los conventos de frailes el año 1836, sus bienes y alhajas se dispersaron. Las imágenes se repartieron entre diversas parroquias o en los seis conventos de monjas que se conservaron. El milagroso Ecce Homo, de escuela granadina, fue a parar a las Bernardas; el grupo de la Trinidad a la iglesia de San Juan. Pero la Dolorosa de José de Mora y otras imágenes pasaron en mayoría a la parroquia de Santa María Magdalena, y entre ellas la de San Blas y su reliquía.
Pereció en los sucesos de 1936 la antigua imagen de San Blas, pero la devoción siguió centrada en otra nueva, que por obras de la parroquia peregrinó por las iglesias casi abandonadas de Santo Domingo y del Hospital de la Misericordia.
Desde muy antiguo se le dedicó una novena al Santo Obispo. Se utilizaba un curioso librito editado en la Imprenta y Librería de Eulogio Gallego, en el pueblo de Almadén. Para cada día insertaba una alabanza compuesta de cuatro versos cuyas primeras letras componían el nombre de Blas, todos ellos bastante malos, como el siguiente:
«Benignidad inmensa,
Liberalidad suma,
Ampara nuestras almas,
Salva a tus criaturas. Amén».
Complemento de la novena, que no faltaba nunca, eran y son las célebres rosquillas del Santo. Los hornos del barrio las confeccionaban y regalaban casi siempre, para costear con el producto de los donativos, el culto a San Blas.
Las rosquillas eran bendecidas en la parroquia, pronunciando las correspondientes oraciones litúrgicas en latin, y se ofrecían por un módico precio a los devotos que las consumían o guardaban durante el año para los casos de enfermedades de la garganta, encomendándose al Santo en el momento de engullirlas: «Concédemos Señor, por los méritos gloriosos de San Blas, sanidad del cuello del cuerpo, con la cual podamos adornar la de nuestras almas».
«Y así, en júbilo truecas
de una madre el triste llanto
que veía a su hijo ahogarse
con la espina de un pescado».
Febrerillo loco, día de San Blas, almendros en flor, aguaceros, granizadas o tibias horas de sol. «En febrero busca la sombra el perro» ¡Oh esta dulce Andalucía que anticipas el gozo efímero de la primavera en pleno invierno! ¡Oh, amado San Blas que con tus crujientes rosquillas, ofreces una nota de esperanza en tantas madres atribuladas, en tantos niños enfermos!"
¡Qué delicia escuchar esta hermosa narración! En mi mente la guardaba mientras comenzaba un placentero paseo por el casco antiguo de la ciudad, partiendo de la típica plaza de La Merced por la calle Almendros Aguilar (la antigua Maestra Alta) para discurrir por calles como Almendros Aguilar, Martínez Molina, Plaza de Santiago, Ropa Vieja, Plaza Rosales, desembocando en la Plaza de Santa Luisa de Marillac para finalizar en la calle Magdalena Alta hasta llegar al patio de las Abluciones y conseguir las tan ansiadas rosquillas.
En ambos lados de mi recorrido estrechas callejas de rancios nombres desde las que se dislumbra en su final el alcázar árabe, o nos dirigen al interior de la judería. Vetustos edificios, viejos palacios, monumentos, símbolos medievales, antiguas iglesias con reminiscencias judías, árabes y cristianas...
Inicio mi recorrido en mi barrio, La Merced, hermosa plaza donde disfruto de tres hermosos edificios del siglo XVI como son La Iglesia de La Merced, El Palacio del Capitán Quesada y la Fuente nueva. Un remanso de paz y armonía.
Paso junto a la plaza de Santiago y su refugio antiaéreo, y por la iglesia de San Juan probablemente del último tercio del siglo XIII y disfruto de la armonía de sus plaza y fachada. A lo lejos escucho a su espalda el suave susurro del agua de la Fuente de los Caños, junto a los Baños del Naranjo. Unos metros más adelante me topo con la Plaza de las Herrerías, donde está colocada la Fuente de Félix Manrique. Unos pasos, y desemboco en la Plaza de Santa Luisa de Marillac con su Palacio de Villardompardo, mandado edificar en 1592 por don Fernando de Torres y Portugal. Allí nuevamente el discurrir del agua que surge suavemente de la Fuente del Pato, de finales del siglo XIX y a pocos pasos el Convento de Santo domingo, llevado a cabo en 1382 por el rey Juan I, actualmente alberga el Archivo Histórico Provincial.
Ya en la Plaza de la Magdalena me detengo a descansar en uno de sus bancos de piedra y disfruto de uno de los monumentos más conocidos de la ciudad, que es el dedicado al famoso Lagarto de la Magdalena realizado por Damián Rodríguez Callejón en 1962. Estoy llegando a mi meta, pero antes, otro edificio simbólico de este barrio castizo de la Magdalena, la Casa del Cadiato, y frente a el, la Iglesia de la Magdalena, instaurada en el s. XIII y el famoso Raudal de la Magdalena, antiguo ninfeo romano.
Y ¡por fin! tras una hermosa reja, me encuentro cara a cara con las cristalinas aguas del Estanque de las abluciones, de origen romano, cuyos vestigios se guardan en su interior. Allí me toca hacer paciente cola para adquirir las ansiadas Rosquillas de San Blas. Interminables colas para adquirir este manjar sanador y entrar en la iglesia para arrodillarme ante el santo y pedir la protección de las gargantas de mis nietecillos y también, porque no, de toda la familia.
Es el día de San Blas, 3 de febrero de 2023, y último día de su afamada novena. Tras las oraciones a San Blas, entronizado en la iglesia de la Magdalena donde se venera con apasionado fervor por la ciudadanía y muy especialmente por los moradores de este antiguo barrio donde convergen las tradiciones judía, árabe y cristiana, y después de haber disfrutado de una hermosa caminata en la que he coincidido con buenos amigos y amigas que llevaban la misma dirección que yo, regreso a casa, ya casi rozando la hora de comer, y con la satisfacción de haber disfrutado de un paseo con historia, porque pasear por el casto histórico de nuestra ciudad, es un lujo que se debe paladear muy amenudo.
Para finalizar este artículo, os dejamos con un vídeo que viene a expresar gráficamente con magníficas imágenes el recorrido que os hemos relatado, para que podáis disfrutar visualmente de este hermoso paseo, en busca de las rosquillas de San Blas.
Vídeo con imágenes espectaculares del casco histórico medieval de Jaén.
Vídeo y fotografías: Modesto Martínez.
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